viernes, 5 de abril de 2024

Esperar NADA

 Apenas puedo decidir qué es real y adónde me llevarán las sombras.

Decía Platón que la realidad está estructurada en dos mundos: el mundo sensible y el mundo ideal. Habito, al estilo nietzscheano, -siempre me vi más erótica que terrenal- en el mundo sensible, no soy de pajas mentales inalcanzables. Nunca fui de amores platónicos, fui de polvos que no eran pensados. Pensar demasiado, acaba con todo y sino mírame.

Decía Platón que el mundo sensible, el de la caverna, está lleno de imágenes y sombras que otros han proyectado para nosotros. Decía que el mundo inteligible estaba ocupado por las ideas, lo real, lo original, lo objetivo. Casi todos sabemos que Platón se equivocaba y que la razón no nos va a llevar a la mejor comprensión y conocimiento de la realidad.

Soy irracional, apasionada, pegada al suelo y al infierno, amo la vida que me asfixia porque creo que es la única que merece ser vivida. Es la única que me permite estar rozando la muerte y eso me excita.

Soy una puta loca, romántica, que nunca espera nada. Quizá porque la mayoría de las veces, no pasa nada que no esté previsto que vaya a pasar. Por eso me aburro de la gente cuerda que siempre apela al destino.

Postdata: Quizá alguien entienda mi locura. Quizá entiendan
que no quiero medir las cosas. 
Quizá alguien entienda todo esto que yo no entiendo. Ojalá me equivoque y pase algo y esperar sirva y no me encuentre con nada, de frente, una vez más.

miércoles, 27 de marzo de 2024

¿Por qué vives?

                                                      Para J.J. Con el permiso que da la complicidad.

Me cuentas, que en la novela que ambos estamos leyendo de Paul Auster, te has tropezado con Emma Goldman y que tiene un propósito y que pasa por luchar por una sociedad un poco más justa. Me cuentas, que coleccionar lo que sea, es un propósito necesario al que entregar una vida y que hay que asegurarse de que ese legado sobreviva. Me dices que tu propósito son los libros, que acumulas más de tres mil en tu casa y que aunque son suficientes, son tu propósito. Que tu propósito es estar ocupado y afirmar que vivir es tener un propósito. 

Paul Auster
Me pregunto si tener un propósito no es el billete de huida. ¿Será el propósito que uno se marca, esa maleta que vamos haciendo porque sino está la Nada? La gente siempre está huyendo. La gente prefiere construir cosas, propósitos, que lo único que hacen es interponerse en ellos y la verdad. Y ahora me preguntarás qué es la verdad.

Emma Goldman
Si miras a tu alrededor, con los sentidos bien abiertos, sin el propósito de querer alcanzar nada, verás que todo está bien. Me repito con mucha frecuencia, algo que aprendí del budismo: la realidad es lo que es. Me repito que vivir con propósitos se asemeja a vivir con expectativas, se asemeja a dejar atrás lo que es, para vivir lo que quizá será o quizá no: tu propósito.

Nada tiene la suficiente importancia, porque todo dejará de ser. ¿Qué te hace creer que necesitas más de lo que tienes?


Un día inefable.

Dibujo, regalo de Abel.
Yo que me creo conocedora de esa maraña que son las emociones, no identifico cuáles son las que me están haciendo perder la cabeza. Sigo mi entrenamiento a la espera de poner nombres a lo que padezco y poder actuar en consecuencia. ¿De dónde procede la tristeza que me obliga a quebrarme bajo la lluvia? ¿Cómo se ha incrustado en mí esa desazón a la que nunca permití el paso? ¿Por qué mi caminar se ha vuelto pausado y vulnerable?  ¿Acaso, he desatendido los mensajes, que con inusual insistencia, lanza mi mente? ¿O será mi alma, eternamente cansada, la que hoy habla por mi boca?

Los ruidos siguen girando a mi alrededor y todavía no he descubierto si está en mi deseo aplacarlos. Se atropellan y superponen las palabras y no las he dado permiso para envolverme. ¿Qué dicen todas esas letras que merodean por aquí? ¿Por qué el silencio remueve mi soliloquio neuronal? ¿Acaso, he accedido por fin al interruptor que llevo en mi costado? Y entonces lo puse en la opción de apagado y así sigo desde entonces. 

Dedicado a esta puta locura, que es vivir.

viernes, 16 de febrero de 2024

Elisa y Diego

Mi padre me enseñó a andar por los pasillos de un cuartel en Valencia y aunque no forma parte de mis recuerdos, sé que lo hizo. Mi madre me enseñó también a caminar. Mi padre me enseñó a montar en una bicicleta azul BH,  por las aceras del barrio de Pontika y sé que mi madre miraba desde la ventana del cuarto piso en el que vivíamos entonces. Mi padre me enseñó a nadar entre las olas de la playa de la Concha, la playa que más me gusta del mundo, porque siempre la recuerdo con olor a bocata de calamares en la parte vieja, arena y sol. Mi madre nunca supo nadar, pero estaba vigilante y aplaudiendo desde la orilla, tomando el sol girando sobre sí misma. Mi padre me enseñó a conducir en su seat 127 blanco, por las calles vacías de Badajoz, cuando todavía los habitantes dormían. Mi madre siempre se arrepintió de no haberse sacado el carnet de conducir y ser más independiente. A mi hermana y a mi nos regalaron esa independencia nada más cumplir los 18 años. Mi padre me acompañaba siempre al médico, al instituto, a cualquier papeleo. Mi madre me enseñó a bordar a mano, a hilvanar, a tejer, a hacer los ojales más espectaculares que conozco. De mi padre aprendí a hacer la tortilla de patatas y las migas. De mi madre el cocido y a cambio yo la enseñé a hacer unas croquetas que nunca le salieron bien.

Mis padres pagaron mis estudios, mi carrera universitaria en Salamanca, muchos de los libros que hoy pueblan mi biblioteca llevan sus nombres, cubrieron de emociones mi vida, me alimentaron y vistieron, compartieron mis éxitos, me consolaron y también me gritaron para reñir todas mis faltas adolescentes y también de madurez. Me acompañaron en mi boda, cuidaron de mi cuando estuve enferma, acunaron a mi hija y me dejaron cuidar de ellos hasta el final. Supongo que me enseñaron a morir, también.

Elisa y Diego, son mis padres y han dejado de existir. Para una filósofa como yo, existir es intención, es un motivo alojado en mi pensamiento, es tener una realidad sensible a la que acercarse. Y cuando tomamos conciencia de que existimos, sabemos que existimos y sabemos que morimos también. Mi padre siempre tuvo un perfil de filósofo excéntrico, en algunos momentos y tras la afirmación que malos somos para cuatro días que vivimos, dejaba que su conciencia hablase en voz alta para mi. Mi madre practicaba una filosofía más esquiva, más doméstica. 

Y yo, en menos de tres años, me he quedado huérfana. Me quedo con sus genes: excéntrica y esquiva. 

jueves, 11 de enero de 2024

Testamento vital


En virtud del derecho que me reconoce el artículo 17 de la ley 3/2005 de 8 de julio de la Comunidad autónoma de Extremadura, de información sanitaria y autonomía del paciente:

Yo, mayor de edad, con plena capacidad de tomar una decisión de manera libre y con la información suficiente que me ha permitido reflexionar, realizo de forma documental las siguientes expresiones de mis voluntades….

Pediré que no prolonguen mi vida innecesariamente, cuando detecten que mi cuerpo está incapacitado para tener una vida digna y mi alma esté pudriéndose por no poder soportarlo.

Pediré que no permitan un dolor innecesario a las personas que me cuiden, que no tengan que ponerme baberos ni darme de comer, que no tengan que mirar como se consume mi espíritu luchador cuando ya no pueda luchar, que yo misma no tenga que ver sus tristezas y sus recuerdos anticipados por mi inevitable muerte. 

Exigiré que no me asfixien entre tubos, pinchazos o sondas, si confirman que es el sprint final de mi vida. Que me pongan rock and roll para acompañar las últimas bocanadas de mi aliento y las últimas mareas.

Pediré que permitan que me abrace la muerte con sosiego, cuando la puta vida, por fin decida abandonarme. Confiaré en la plena sabiduría de la naturaleza, que seguro ejecutará con destreza su plan y sabrá cuando me toca morir, porque sabe que yo no tengo miedo. 


( En estos días estoy haciendo mi testamento vital, para que cuando llegue, algún día la muerte, me pille preparada)

miércoles, 10 de enero de 2024

Yo, no escucho.


Hay personas que lo cuentan todo, que lo saben todo, que lo ocupan todo, hasta arrinconarte y entonces te lanzas a desaparecer.

Los lugares comunes de un hospital, no tienen rincones reservados para la invisibilidad. 

Todo el mundo es médico o enfermera, conocen dosis, medicinas, diagnósticos, interpretan datos, aconsejan exigiendo y presumen de esas licenciaturas que les dieron las largas temporadas de hospitales y experiencias. No sé si me dan miedo o me producen risa.

Demasiado aficionado. Yo, no escucho.

Segunda planta de este hospital.

                   

Mi agradecimiento a la segunda planta del hospital de Mérida por el trato que estamos recibiendo. 


Música flamenca sale del carro en el que las auxiliares transportan sus cosas de auxiliares,  en este hospital. No las he visto dejar de sonreír, a pesar de nuestras múltiples insistencias. Todos necesitamos algo y lo queremos ya: Levanta a mi padre, mi hermano, mi amiga. Acuesta a mi suegra, mi hermana, mi prima. Necesito una manta, comida, toalla. El sentir hedonista también habita en el hospital. 

Enfermeras y enfermeros que están en pie de guerra permanente. Si miro un rato los veo surcar los pasillos sin tocar el suelo y a vertiginosa velocidad. Ponen, quitan, cambian. Vías, gafas, sueros, sangre. Curan, limpian, consuelan. Vías, vías, hola cariño cómo estás.

Médicos y médicas de una compresión infinita, ante nuestras preguntas infinitas. Acompañantes que con infinita pesadez, preguntamos lo que no tiene fin y a veces ni respuesta. Infinita paciencia para los impacientes. Y además perseguidos por pasillos, cafeterías y despachos, porque siempre olvidamos algo que debimos preguntar.

Esta planta está muy transitada, todos somos desconocidos que se conocen. Las expresiones de nuestras caras son comunes, espacio común, alojamiento temporal común. 

Hay algo que me gusta especialmente: casi todos llaman a los enfermos por su nombre.